En el anterior post hemos introducido la definición de bitcoin, se han puesto en contraposición algunas de sus propiedades con las de las monedas fiduciarias y se ha hecho hincapié en el hecho de que el bitcoin es una criptomoneda de flujo bidireccional y que, como consecuencia de ello, ni existe una autoridad central que la emita (ya sea un gobierno, un banco central o una entidad financiera) ni tampoco es necesaria la intervención de intermediarios en sus transacciones, ya que son los propios usuarios los que generan los bitcoines y los que los emplean en sus operaciones.
Pasamos ahora a intentar ir contestando a la pregunta: ¿Cómo se llevan a cabo las transacciones de bitcoines?
Transacciones de bitcoines
Cuando un usuario quiere hacer operaciones con bitcoines el primer paso es hacerse con una cartera virtual de bitcoines, que no es otra cosa que un software que se instala en un dispositivo (por lo general un ordenador, pero no es raro que sea también en un móvil).
Cada cartera cuenta con una llave privada que se usa para crear firmas electrónicas con las que se verifica la identidad del usuario (una firma electrónica es un conjunto de datos electrónicos que se asocian a un documento electrónico concreto y que permite, entre otras cosas, identificar tanto al firmante del documento como verificar la integridad del documento que se firma; la firma electrónica cuenta con la participación de lo que se llama un tercero de confianza y está basada en un certificado electrónico que tiene que estar reconocido).
A su vez, todas las transacciones con bitcoines son verificadas en y a través de un registro público compartido llamado Blockchain, que es mantenido por una red de ordenadores que se encuentran distribuidos por todo el mundo. El funcionamiento de la tecnología Blockchain se dejará para otra entrada posterior de este blog.
Todo este sistema de funcionamiento del bitcoin implica que esta moneda:
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no está controlada por ninguna autoridad ni entidad ni, por supuesto, por ningún gobierno o banco (como ya se ha dicho),
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es internacional,
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no necesita de intermediarios, ya que la transacción se lleva a cabo directamente entre los usuarios participantes, lo cual deja fuera a los bancos y
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puesto que los movimientos de bitcoines son anónimos y están cifrados, están libres de impuestos o de comisiones hasta que una cantidad concreta de bitcoines se convierten en monedas fiduciarias, motivo que unido al de la irreversibilidad de las operaciones hace que los bitcoines también se estén usando en transacciones de dudosa legalidad o directamente ilegales, como en blanqueo de capitales, tráfico de drogas, venta de armas, operaciones en mercados negros, entre otras, o estafas en internet.
Esto último nos retrotrae a entradas pasadas de este blog, en las que se hacía referencia a la ciberdelincuencia económica (que es uno de los tres tipos de delitos informáticos, conforme a la clasificación de los delitos tecnológicos realizada por el Profesor Ulrich Sieber) y en concreto a dos comportamientos muy concretos:
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la variedad particular de estafa informática en la que el acto de disposición patrimonial se va a hacer en bitcoines (o en otra criptomoneda) y no en monedas fiduciarias o en otros objetos y
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el cryptojacking, criptominería o minería maliciosa de criptomonedas: en este caso el ciberdelito consiste en el uso no autorizado de recursos de un dispositivo para minar criptomonedas sin que el usuario del dispositivo sea consciente de ello; estamos aquí ante un delito que no es una estafa pero en el que el ciberdelincuente obtiene un beneficio a costa de la víctima; en el informe “Ciberamenzas y tendencias (edición 2021)” del Centro Criptológico Nacional, se hace mención expresa a esta modalidad de ciberdelincuencia económica.
Volatilidad y ausencia de inflación
Otra singularidad del bitcoin es que su valor es muy volátil. Esto se debe a que:
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su valor se basa exclusivamente en la oferta y la demanda y
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se está calculando constantemente con un algoritmo que entre otras variables contempla el número de transacciones que se están produciendo en cada instante en tiempo real.
En el momento de la redacción de este artículo, el valor de un bitcoin es de algo más de 19.600 euros, pero en octubre y noviembre de 2021 superaba ampliamente los 60.000 y en el verano de 2020 rondaba “solo” los 10.000. Eso nos da una idea de la rapidez con la que cambia su valor en poco tiempo.
Por hacernos una idea, se calcula que en 2017 en el mundo se realizaban más de 100.000 transacciones con bitcoins diariamente, y se estima que se emitían unos 25 bitcoins cada 10 minutos.
Consecuencia de todo lo anterior es otra propiedad fundamental del bitcoin, que consiste en que no es una moneda inflacionaria, al contrario de lo que pasa con las monedas fiduciarias, que pueden imprimirse en mayor o menor cantidad en función de la oferta: el bitcoin se diseñó de forma que en el mercado va a haber un número tope de estas monedas, de manera que se van a producir un número máximo de unidades, en concreto 21 millones de bitcoins.
Según el artículo de Javier Puyol Montero citado en la entrada anterior de este blog (“Bitcoin, la moneda virtual”, Javier Puyol Montero -SEPIN, SP/DOCT/23183-), que a su vez cita a una fuente de 2013, se estima que en esa fecha, 2013, había en circulación unos 12 millones, y que para 2017 se habían creado el 75% de esos 21 millones, lo que viene a ser unos 15,75 millones de bitcoins.
Además también se ha fijado una fecha límite para la generación de bitcoins: el año 2140.